Tal vez la vida ya no se parecía a una promesa, pero ella podía ver los años pasados latiendo como un reguero de pólvora.
Todavía era la criatura desnuda propagándose al ras del suelo, incendiando los jardines con el hambre intacto entre las piernas.
Todavía los racimos húmedos, para esparcir sobre cualquier mesa. El cuerpo hablando el idioma de las semillas con esa exuberancia vacilante que ostentan las estrellas, las flores recién cortadas, y todo lo que está a punto de dejar de suceder.
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