Otra vuelta a la misma órbita buscando el sentido al apuro de una carrera contra mí mismo. Sin pistas, sin rectas.

Si fuéramos muchos, viviríamos ruidosamente chocando.

Siendo individuos, colapsamos en silencio.

Alguien saluda desde una ventana tapiada.

Todo mi ego se llena de ira, se enciende. Supura, ladra.

Su trono fluctúa apenas se le aparta, en la más mínima franja de distracción, la mirada.

Las diminutas lunas incandescentes modifican mis mares.

Y vuelvo al presente abnegado de un virgen paño.

Soy etéreo y soy mundano.

En lo complejo también se sueña la suerte.

Y en los patrones marcados es ineludible la muerte.

Mi alma de helio lleva demasiados años, culpando de su escaso vuelo a mis pies descalzos.

Quedará la elección de mis actos y los atenuantes. 

El resto aparenta ser sólo movimiento de átomos.

Soy invisible. Y estoy en todos lados