Para qué el odio, si existe el amor. 

Para qué la tristeza, si existe la alegría. 

Para qué el olvido, si existe la memoria. 

Para qué la muerte, si existe la vida. 

Para qué la guerra, si existe la paz. 

Para qué la maldad, si existe la bondad.

Para qué la soberbia, si existe la humildad. 

Para qué la envidia, si existe la caridad. 

Para qué la mentira, si existe la verdad.

Para qué la oscuridad, si existe la luz. 

Para que lo acromático, si existe lo cromático. 

Para qué un diablo, si existe un Dios.

Para qué la enemistad, si existe la amistad. 

Para qué la injusticia, si existe la justicia. 

Para qué la ira, si existe la paciencia.

Para que los defectos, si existen las virtudes.

Para que la desunión, si existe la unión. 

Para que la desigualdad, si existe la igualdad. 

Para qué la desconfianza, si existe la confianza. 

Para que la burla, si existe el respeto. 

Para que la inseguridad, si existe la seguridad. 

Para qué la uniformidad, si existe la diversidad. 

Para qué el rechazo, si existe la aceptación. 

Para qué la destrucción, si existe la construcción. 

Para qué los muros, si existe los puentes. 

Para qué los problemas, si existen las soluciones. 

Para que los errores, si existen los aciertos. 

Para qué las preocupaciones, si existen las ocupaciones. 

Para qué la avaricia, si existe la generosidad. 

Para qué la lujuria, si existe la castidad. 

Para qué la gula, si existe la templanza.

Para qué la pereza, si existe la diligencia. 

Para qué la ansiedad, si existe la serenidad. 

Para qué el desprecio, si existe la admiración. 

Para que las discusiones, si existen los diálogos. 

Para que la ignorancia, si existe la sabiduría. 

Para que el desconocimiento, si existe el conocimiento.