Dos tripulantes, con ánimos exploradores, inician un viaje. Es solo de ida, pero a la vez, es el retorno. No tienen equipajes, aunque si mucho bagaje, ese que no ocupa espacio, aunque a veces pesa.

Se mueven en su Nave Morphica, haciendo paradas. Las llaman eventos. Y cuál es su motivación? No tienen. Son autómatas de la creación, como todos. Aunque de alguna manera mágica, descubrieron que sus actos, puede cambiar el rumbo. El propio y el de algunos otros.

En cada parada son alienígenas que vienen de otro tiempo y espacio, con la intención de sumar. Mucho es el tiempo que dedican a conocer a los habitantes de cada mundo. Y cuando creen que pueden aportar en más, estacionan la nave y se hacen visibles para ese mundo particular.

Proponen el encuentro y el compartir. Proponen las risas, el juego, la creatividad y el hacer. Proponen momentos en unión. No buscan ganancias, porque saben lo que es perder. Cumplido el propósito en cada misión, recargada la nave de amor, vuelven a emprender el viaje.

La Nave Morphica nunca se detiene, solo estaciona, descarga su carga y sigue adelante. No tiene timón, porque el rumbo se va haciendo. Eso sí, tiene una gran antena, que escucha señales de mundos lejanos y atiende el llamado.

Todos pueden ser pasajeros de la nave, los que estén en la estación y los exploradores de cualquier otro mundo. Cada cual baja donde quiere. Pero siempre transformados, convertidos en gestores de la interconectada trama del hacer.

Te subis a la nave? Hay muchos universos por visitar.